Agresividad: Qué es y cómo controlarla

Muchas veces, bajo la influencia de factores o situaciones extremas que muchas veces escapan de nuestro poder, solemos reaccionar de manera agresiva. Una mala respuesta, un gesto grosero e incluso la pelea física son algunas maneras de representar el sentimiento agresivo originado por la ira.

El término “ira” se define como una emoción violenta y agresiva que se muestra como parte de una respuesta cerebral de ataque o huida, ante la presencia de cualquier tipo de amenaza o posible riesgo.

La aparición repentina, automática e incluso involuntaria de la ira suele interferir con las relaciones tanto familiares como sociales y laborales de quien la padece.

Entre los síntomas de la ira se encuentran la aceleración del ritmo cardíaco, aumento de la presión sanguínea y de los niveles habituales de adrenalina y noradrenalina. La sintomatología visible abarca la sudoración excesiva, el enrojecimiento (principalmente de la cara), tensión de los músculos, dificultad o aceleración de la respiración y aumento notable de la energía.

Estudios demuestran que la ira o agresividad se produce como consecuencia de la aparición del miedo, la envidia, la inseguridad del ser, los celos, entre otros. De igual manera suele surgir cuando no se tiene control de una situación en la que no poseemos ningún tipo de control.

En definitiva, se tiene que la agresividad es el resultado de acciones que son interpretadas como de amenaza o peligro. Frecuentemente se encuentra vinculada con sentimientos de temor, fatiga y frustración.

Recuerdos vívidos de hechos y situaciones traumáticas, o problemas personales sufridos en tiempos anteriores suelen tener un efecto negativo en la persona agresiva, por lo que tiende a desarrollar este tipo de emociones violentas.

Algunas maneras de reconocer la agresividad de una persona pueden ser las siguientes:

·       Como una forma de lograr ciertos objetivos que no pueden ser conseguidos de otra forma. En este caso hablamos de una ira instrumental y la misma surge por un déficit de habilidades.

·       Como el resultado de haber alcanzado un límite, tras reprimir sentimientos o aguantar demasiado de una situación que no resulta agradable o placentera. Cuando se presenta de esta manera, la reacción violenta será de carácter intenso y se debe a todo aquello que ha ocurrido previamente, siendo éste último hecho un simple detonante o “la gota que rebasó el vaso”.

·       Como forma de defensa al pensar que nos encontramos bajo una especie de ataque o dificultad. Ocurre cuando nuestra reacción es ante a las intenciones de los demás en vez de por los hechos en sí. Esta es la causa más común de reacciones de violencia de tipo desmesurado y exagerado.

La ira presente en la sociedad

Uno de los aspectos de la ira o agresividad es que esta se presenta como una acción aprendida desde la infancia que se asocia a diversas situaciones, por la importancia que se le da. Por lo general, un niño tiende a responder de una manera agresiva si esto es a lo que se ve expuesto diariamente en casa, el colegio, o el ambiente donde crece.

En un principio la ira se presentaba de manera adaptativa: para defendernos ante la presencia de depredadores o animales peligrosos, para proteger el círculo social e incluso para evitar amenazas o situaciones de peligro de mayor magnitud.

Actualmente conviene reconocer que la agresividad representa un inconveniente que aunque surge como una forma de solucionar un problema, lo único que hace es agravarlo e incluso generar otro peor.

La respuesta agresiva y violenta nunca o casi nunca logra la resolución de ningún tipo de situación y sólo logrará el alejamiento progresivo de aquellas personas que rodean al afectado con este tipo de sentimientos erráticos.

Aprendiendo a eliminar la agresividad

Lo primero que se debe hacer es reconocer y detectar de dónde se genera la ira. Aceptarla como parte de nuestra naturaleza y tratar de “comprenderla” es fundamental para lograr su control absoluto, antes de que origine problemas en la vida diaria.

Aunque todos experimentamos ese sentimiento violento que produce la agresividad, cada uno tiende a responder de manera distinta ante ella. Saber qué es lo que la origina y las razones por las que podemos llegar a irritarnos de manera incontrolable, suele jugar un papel muy importante en su proceso de erradicación.

Así mismo, quien padece de ataques de ira debe mentalizarse que no está en su poder el cambiar la manera de ser, vivir o actuar de aquellas personas que lo rodean y componen su círculo social.

Con esto se podrán evitar los pensamientos agresivos que se tienen ante una situación o persona irritante y será más sencillo ignorarlo o asumirlo como algo que escapa de las manos, con el fin de cambiar así las reacciones que pudieran darse.

Técnicas para controlar la agresividad

·       Si la situación que causa la ira puede ser evitada, lo mejor es hacerlo. Para ello se debe primero elaborar una lista de las circunstancias que generan reacciones violentas para poder así evadirlas. Esta técnica funciona en casos muy puntuales y se trata, básicamente, de evitar la aparición del problema más que afrontarlo. Por ejemplo, si al hablar de política comienzas a sentirte ofuscado, intenta en la medida de lo posible de no hacerlo más.

·       Si la situación no se puede evitar, es necesario entonces encarar el problema. Para esto se debe estar consciente de aquellos síntomas que aparecen cuando la ira comienza a hacerse paso entre nosotros. Si notas que comienzas a fruncir el ceño, aumentan tus latidos, aprietas los labios e incluso los puños, o que los pensamientos violentos van apareciendo, debes mantenerte alerta y alejarte por un momento de la situación negativa para así tener chance de pensar en un tipo de respuesta racional. Es lo que se conoce como “time-out” o tiempo fuera, y funciona perfectamente para controlar las rabietas en los niños pequeños.

Una de las maneras más sencillas de eliminar la agresividad es aprender que muchas veces sucederán situaciones con las que no siempre estaremos del todo de acuerdo pero que cambiarlas no está dentro de nuestras posibilidades.